En octubre de 2019, Microsoft presentaba Surface Pro X, con aires de renovación y numerosos cambios en su interior. La llegada de este dispositivo reforzaba la apuesta de la empresa por los procesadores ARM, tras varias muestras del hardware de otros fabricantes. Sin embargo, los de Redmond no quisieron «pillarse los dedos» y pusieron toda la carne en el asador con un procesador propio.
Prácticamente al más puro estilo Apple, Surface Pro X se estrenaba con el procesador Microsoft SQ1. Este componente fue fruto de la colaboración entre Microsoft y Qualcomm, creado para mejorar una gama como es la de Surface Pro gracias a las ventajas que supone la utilización de la arquitectura ARM.
En este artículo, vamos a repasar todos los entresijos del innovador convertible de Microsoft tras dos semanas de uso. Aunque, como en todas las reviews, tocaremos todos los aspectos de la máquina, pondremos especial énfasis en el rendimiento del procesador Microsoft SQ1 y la emulación de aplicaciones x86 de 32 bits.
Surface Pro X | |
Pantalla | 13″ IPS LCD PixelSense 2880 x 1920 Relación de aspecto 3:2 Brillo 450 nits |
Procesador | Microsoft SQ1 8 núcleos @ 3 GHz |
Memoria RAM | 16 GB LPDDR4x |
Almacenamiento | 256 GB SSD NVMe (Reemplazable) |
Gráficos | Adreno 685 |
Conectividad | WiFi 802.11ac Bluetooth 5.0 |
Puertos | 2x USB-C 1x NanoSIM Surface Connect |
Cámara frontal | 5 Mpx Grabación FullHD |
Cámara principal | 10 Mpx Grabación 4K Autoenfoque |
Otros | Reconocimiento facial |
Sistema operativo | Windows 10 Home |
Dimensiones y peso | 287 x 208 x 7,3 mm – 774 g |
Batería | Hasta 13 horas |
Precio | 1.649 € |
Adiós a los marcos en Surface Pro X
Surface Pro X mantiene la esencia de la gama de productos, manteniendo el formato tablet con teclado removible. En esta ocasión, el dispositivo reduce su grosor al cambiar el magnesio por un acabado en aluminio anodizado. Con este cambio, no solo se reduce el grosor del dispositivo, también tenemos una mejora considerable en el peso.
Para que nos hagamos una idea, la Surface Pro 7 tiene un grosor de 8,5 mm. Puede parecer que algo más de un milímetro no marca la diferencia, pero, al tener el dispositivo en la mano, se aprecia que es mucho más fácil de sujetar. Como no podía ser de otra manera, se mantiene el kickstand que permite inclinar el dispositivo hasta 165 grados sin necesidad de una funda.
Sin embargo, el principal cambio llega en el tamaño de la pantalla. La diagonal crece hasta las 13 pulgadas, pero sin aumentar el cuerpo del dispositivo. ¿El motivo? La reducción de los marcos laterales de la Surface Pro X, que nos recuerda mucho a las primeras versiones de los paneles Infinity Edge de los Dell XPS. Eso sí, los marcos superior e inferior permanecen inalterados.
El marco superior contiene la cámara web junto a dos micrófonos de estudio, de los que ya hablaremos más adelante. En el marco inferior, aparentemente, no tenemos nada. Digo «aparentemente» porque, aparte de mantener la simetría, contiene los imanes que mantienen sujeto el teclado al utilizarlo de manera inclinada.
Nos gustaría haber mantenido la opción de hacernos con Surface Pro X en color platino, como ocurre en los demás modelos de Surface Pro. Nuestra experiencia con el color negro no es de lo más satisfactoria, viendo cómo van quedando nuestras marcas de uso sobre el cuerpo del dispositivo.
A la espera de la segunda versión de la funda-teclado
Poco podemos decir del teclado de Surface, puesto que apenas hay diferencias con versiones anteriores. Se mantiene el mecanismo de tijera que tan buenos resultados ha dado, con un recorrido corto y preciso, que mantiene la resistencia ideal para tener una buena respuesta a la hora de realizar las pulsaciones.
Entre el teclado y la tablet encontramos un pequeño hueco destinado a reposar el Surface Slim Pen, el nuevo lápiz diseñado para Surface Pro X. Cuenta con imanes y una base de carga inalámbrica para asegurar y ocultar el gadget mientras no lo estemos utilizando.
Debemos reseñar que en la Surface Pro X, al colocar el teclado por detrás del dispositivo como si de un 2-en-1 se tratase, la funda-teclado no llega a reposar completamente sobre la superficie de la mesa. De hecho, queda un tanto inclinado en la parte delantera debido a la colocación del lápiz en esa ubicación. No obstante, podemos corregir la inclinación gracias al kickstand del dispositivo.
El trackpad sigue siendo uno de los mejores del mercado. Es muy fácil deslizar los dedos sobre su superficie de cristal para manejar el dispositivo y utilizar los gestos integrados en Windows 10, que recordemos los podemos cambiar gracias a que es un trackpad de precisión. Ahora bien, nos hubiese gustado disfrutar de una superficie mayor, algo que Microsoft suele solucionar en las segundas iteraciones.
Una pantalla a la altura del dispositivo
La pantalla de Surface Pro X destaca por su brillo. En un dispositivo pensado para la portabilidad y utilizarlo en cualquier parte, contar con un brillo que permita luchar contra los reflejos de la luz natural es esencial. Es en este aspecto donde destaca el panel utilizado, con un brillo de hasta 450 nits.
Microsoft continúa incorporando los perfiles Mejorado y sRGB para calibrar los colores de la pantalla. Con la opción «Mejorado» tenemos unos colores más intensos y saturados; por contra, con la opción «sRGB» tenemos unos colores más realistas que cubren prácticamente todo el espectro de RGB, siendo perfecto para edición de vídeos y fotos.
Los peros en este campo son los mismos que comentamos en el análisis de Surface Laptop 3: el uso de un panel IPS LCD y la falta de HDR para la reproducción de multimedia. ¡Ojo! Que el panel IPS de Surface Pro X brinda unos colores excelentes, pero en la gama de precios que nos movemos, no estaría de más haber apostado por la tecnología OLED que tan buenos resultados ha dado.
Surface Pro X estrena procesador con Microsoft SQ1
Siguiendo la estela marcada por la empresa de la manzana mordida, Microsoft se estrena en el mundo de los procesadores bajo la tutela de Qualcomm, creando el SQ1. La CPU combina 4 núcleos de bajo consumo a 1,8 GHz, junto a otros 4, a 3 GHz para aumentar la fuerza bruta. Como decíamos al comienzo del artículo, no se trata de un procesador tradicional, sino que incorpora la arquitectura ARM.
El uso de ARM conlleva principalmente tres ventajas: reanudación instantánea, mejor eficiencia y, por tanto, mayor autonomía. ¿El problema? La arquitectura tradicional en Windows es x86 (creada por Intel) y, por lo tanto, las aplicaciones están creadas para funcionar bajo esta tecnología. Para solventar el problema, Microsoft introdujo una capa que traduce las instrucciones x86 de 32 bits a ARM64.
Con esto, Microsoft garantiza que el 90% de las aplicaciones creadas para Windows funcionen en Surface Pro X. El 10% restante, sin embargo, se trata de aplicaciones diseñadas para 64 bits, que son el conjunto de las aplicaciones más complejas: Adobe Photoshop, Premiere, AutoCAD… Son algunos de los ejemplos.
Rendimiento excepcional al trabajar con aplicaciones nativas
Cada día, son más las aplicaciones de Windows diseñadas para ARM64. Todas las aplicaciones incluidas de fábrica con el sistema operativo y gran parte de las aplicaciones de Microsoft funcionan de forma nativa. A ellas, podemos unir soluciones de terceros como Firefox o VLC Media Player.
Si tenemos en cuenta los consejos de Microsoft a la hora de adquirir una Surface Pro X, debemos tener en cuenta que es un dispositivo destinado a ofimática básica, reproducción de multimedia y trabajo desde la web. En todos estos casos de uso, dispondremos de aplicaciones nativas ARM64 para trabajar, a excepción de la suite Office (diseñada para x86, pero con componentes optimizados para ARM).
La experiencia de uso con este tipo de aplicaciones no ha podido ser más satisfactoria. Si lo comparo con mi Surface Pro 6 y no conociese las especificaciones del dispositivo, diría que viene con procesador Intel. De hecho, gracias a Instant On y su SSD NVMe, la experiencia es más rápida y fluida que en la Surface Pro 6.
Aunque no es justo comparar arquitecturas, vamos a revisar las puntuaciones obtenidas por Surface Pro X en Geekbench. En esta ocasión, no hemos utilizado más herramientas debido a que no están optimizadas para ARM y funcionarían bajo la capa de emulación a x86. Como veremos más adelante, las aplicaciones emuladas pierden algo de rendimiento.
Geekbench 5 | ||
Single Core | Multi Core | |
Surface Pro X (Microsoft SQ1) | 739 | 2.700 |
Surface Pro 7 (Intel Core i5-1035G4) | 1.185 | 4.434 |
Surface Pro 6 (Intel Core i5-8250U) | 910 | 3.442 |
Las puntuaciones son algo más bajas que en los dispositivos con Intel, pero debemos decir que no es perceptible durante el uso en el día a día. Gran parte de eso se compensa gracias a la reducción de latencias que permite la memoria LPDDR4x y una gran mejora en la velocidad del SSD NVMe que, por cierto, es reemplazable.
CrystalDiskMark | ||
Lectura | Escritura | |
Surface Pro X (Microsoft SQ1) | 1.992,76 MB/s | 725,79 MB/s |
Surface Pro 7 (Intel Core i5-1035G4) | 2.036,14 MB/s | 812,0 MB/s |
Surface Pro 6 (Intel Core i5-8250U) | 1.637,21 MB/s | 815,84 MB/s |
Luces y sombras con la emulación de x86
La emulación de aplicaciones x86 de 32 bits nos permite utilizar prácticamente todos los programas de nuestro día a día, dependiendo de nuestro trabajo o necesidades. En mi caso, he utilizado aplicaciones como Teamviewer, OpenVPN, Visual Studio Code o WinSCP en mi trabajo de administrador de sistemas bajo esta capa de emulación.
Son aplicaciones sencillas, sin demasiada complejidad, por lo que la pérdida de rendimiento que supone la emulación es imperceptible. Donde podemos notar una mayor diferencia es en aplicaciones pesadas que, además, hagan uso del procesador gráfico, como ocurre con Adobe Photoshop (véase el minuto 10:51 del vídeo).
Además, aunque las aplicaciones sencillas mantengan un funcionamiento correcto, vemos cómo la Surface Pro X con procesador ARM se convierte en su homólogo con Intel. La emulación hace desparecer las dos principales ventajas de ARM, produciendo calor en la zona del procesador y consumiendo una mayor cantidad de batería.
Una Adreno 685 de la que no podremos sacar el 100%
Una de las principales características que Microsoft publicitaba al presentar Surface Pro X es la gráfica de Qualcomm. La Adreno 685 promete un rendimiento cercano a los 2 teraflops de potencia. En otras palabras, gráficamente el dispositivo es más potente que Xbox One.
Sin embargo, la falta de compatibilidad con la mayoría de juegos del mercado limita enormemente la posibilidad de sacar el máximo partido de su hardware. La Microsoft Store se encarga de ocultar los juegos que no podremos disfrutar, reduciendo los títulos a Candy Crush, Asphalt o Minecraft.
Estos juegos funcionan de forma nativa sobre ARM y vemos que el rendimiento es espectacular. Minecraft mantiene un profundidad de campo realmente amplia y unos efectos con gran nivel de detalle, manteniendo unos sólidos 60 fps.
A la hora de jugar a Asphalt 9: Legends vimos cómo sufría algo más el dispositivo a la hora de mostrar los efectos. El motivo aquí es que Surface Pro X tiene que procesar y traducir todas las instrucciones x86, puesto que el título no está creado para procesadores ARM.
A vueltas con los puertos físicos
La Surface Pro X cuenta con ranura para nanoSIM, de forma que podamos aprovechar el módem LTE X24 que Qualcomm integra en el dispositivo. Debemos recordar que una de las mayores ventajas de los dispositivos con ARM es la posibilidad de permanecer siempre conectado.
En cuanto a la conexión WiFi, también ha demostrado una fiabilidad excepcional, sacando todo el partido de un router AC1750 de Asus. La velocidad de transferencia en la red local aprovecha todo el ancho de banda disponible y, en cuanto a la conexión a Internet, nos quedamos cerca del máximo ofrecido por el proveedor. Sin embargo, nos hubiese gustado contar con el estándar WiFi 6, que poco a poco se va imponiendo en el mercado.
El Bluetooth 5.0 de Surface Pro X es capaz de mantener conectados una gran cantidad de dispositivos. En este caso, la conexión del Surface Precision Mouse, Surface Keyboard y AirPods ha sido robusta en todo momento, sin cortes ni interferencias. Tanto el WiFi como el Bluetooth están listos para funcionar nada más pulsar sobre el botón de encendido, algo que no sucede en otros dispositivos de la marca.
En cuanto a puertos físicos, tenemos dos puertos USB-C. En esta ocasión disculpamos la falta de los puertos USB tradicionales debido al grosor del dispositivo; sin embargo, echamos en falta el jack de auriculares y un lector de tarjetas microSD. Por lo tanto, para estas dos funciones tendremos que hacernos con un adaptador o el equivalente por Bluetooth en el caso del sonido.
Los puertos USB-C ofrecen una tasa de transferencia de hasta 10GB/s, pudiendo utilizar dos pantallas 4K. En este caso, lo pusimos a prueba con una pantalla ultrapanorámica 5K, a la cual le tuvimos que reducir la resolución. La pantalla cuenta con un hub de puertos USB y Ethernet, que funcionaron sin problema con el dispositivo que, además, cargaba su batería durante la conexión.
Cámaras perfectas para videollamadas
Las cámaras son uno de los pilares de un dispositivo pensado para videoconferencias, movilidad y teletrabajo como es Surface Pro X. En el marco superior de la pantalla, nos encontramos con una cámara de 5 Mpx con grabación de vídeo FullHD.
Esta cámara capta nuestro movimiento a la perfección, ajustando la luz captada sin crear halos o estelas. La imagen es muy nítida y el sonido, inmejorable gracias al doble micrófono de estudio. Sin duda, podremos sacar el máximo provecho de esta cámara en reuniones a través de Microsoft Teams.
La cámara trasera crece en resolución hasta las 10 Mpx, con grabación FullHD o 4K. El autoenfoque nos permitirá escanear documentos, imágenes o pizarras con gran calidad para después, por ejemplo, añadirlos a nuestro bloc de notas en OneNote. La grabación 4K nos puede servir para grabar clases o eventos.
La autonomía es clave en la Surface Pro X
En este apartado, debemos hacer una lectura en tres sentidos. Si con los coches la autonomía se calcula en terreno urbano, extraurbano y mixto, con la Surface Pro X tenemos que diferenciar entre autonomía nativa, emulada y mixta. El motivo es que hay un gran salto entre cada una de ellas.
Como comentábamos, la principal ventaja del Microsoft SQ1 y su arquitectura ARM es la eficiencia. Por lo tanto, aunque los de Redmond prometen hasta 13 horas de autonomía, nos mantendremos alrededor de las 11 horas cuando ejecutemos aplicaciones nativas. Debemos destacar la navegación web y la reproducción multimedia en esta experiencia como principales ejes.
Si a esta experiencia introducimos las aplicaciones de la suite Office (32 bits, emuladas), nos encontramos con que la duración de la batería se reduce de forma moderada, quedándonos en unas 9 horas de autonomía.
En mi día a día, trabajando como administrador de sistemas, utilizo en su mayoría aplicaciones simples x86 de 32 bits: Teamviewer, WinSCP, PuTTY, PowerShell, VS Code… Entre otras, sin tener en cuenta el navegador Microsoft Edge y las aplicaciones de Microsoft 365. En este caso, la autonomía se reducía a unas 7 horas de batería. Quizá algo justo para una jornada completa de trabajo.
Surface Slim Pen, el primer gran cambio del lápiz
En cuanto al diseño, poco tiene que ver el Surface Slim Pen con el Surface Pen tradicional. Si este último trata de emular un lápiz, el nuevo gadget reduce su altura y grosor para darnos una versión reducida. Mantiene los 4096 niveles de presión y la detección de la inclinación, haciendo de la escritura y el dibujo algo más natural.
También, cuenta con los botones superior e inferior, que podemos configurar para abrir el espacio de trabajo de Windows Ink u otras aplicaciones que configuremos desde la app de Surface. Por supuesto, la parte de arriba también puede ser utilizada como borrador. El único «pero» es que no podremos usar puntas intercambiable de diferentes grosores y durezas.
El principal motivo del rediseño es reducir su tamaño para poder ocultarlo en el hueco que se encuentra disponible en el teclado. Esta parte se encuentra imantada para que repose el Surface Slim Pen, pero además también hace de base de carga. Efectivamente, la nueva iteración no funciona a pilas, pasando a utilizar una batería recargable.
No olvidamos mencionar que, una vez saquemos el Surface Slim Pen del teclado, el dispositivo lo detectará y abrirá los accesos de Windows Ink en la parte inferior de la pantalla. De igual manera, este comportamiento puede desactivarse desde la app de Surface.